¿Por qué nos quedamos? Ya son varias las personas con las que converso sobre este país. Argentina. Con todas llegamos a la misma conclusión: un no sé qué, un qué se yo. Algo. Que no podemos poner en palabras, no sabemos cómo describir, solo lo podemos sentir.
Si me gustaran los números o supiera hacer cálculos, supongo que me gustaría calcular qué probabilidades tenía de nacer en Argentina o en cualquier otro país. Me siento afortunada, sí, a pesar de todo y creo que justamente por todo, ser argentina me parece alucinante.
No voy a evitar el lugar común en este texto, no puedo. Hay algo de estar tan al sur, de que nos hayan hecho sentir mal mil veces, que venimos de abajo, que no vamos a poder, no vamos a llegar, que somos latinos y tercermundistas y que encima nos damos el lujo de hacernos los cancheros, que me encanta.
Me da risa la palabra resiliencia, quizá porque ya se gastó, pero si hay un ejemplo, es este país, ave fénix total. Este territorio tiene un sentido del humor tan propio que es el primero en reírse de sus desgracias, y es el mecanismo de defensa por excelencia de cualquiera de nosotros. No sé si nos reímos para no llorar, pero podemos encontrar humor en cada cosa, en cada época, y eso es maravilloso.
Ezeiza, la única salida, como se suele bromear, a veces se presenta como paradigma. A veces vivir acá nos da el impulso de decir “ya fue, largo todo y me voy a la mierda”. Que en cualquier economía, voy a estar mejor, que lavando copas en Europa podes alquilarte un cuarto, cenar afuera y ahorrar, que juntando kiwis en nueva Zelanda haces la diferencia, que en estados unidos podes dormir en el sillón de una familia a cambio de tareas menores, etcétera. Pero de alguna manera emigrar nunca es cómo parece, no me fui, pero todos los que se van lo repiten, obvio que debe tener cosas buenas pero hay una magia que se extraña.
Cada vez que pienso en probar en otro lado, se me hace un nudo en el pecho y es que acá están todos los que amo, menos mi hermana que vive en Países Bajos, que la extraño mucho pero se que está cumpliendo sueños profesionales y siendo muy feliz. Cuando pienso en irme, pienso en que no sería por mucho tiempo, cuando pienso en irme pienso en volver.
Hernán Casciari dice en un cuento que gracias a un infarto se dio cuenta que acá era en dónde quería que le pasen las cosas, las buenas y las malas, todas las cosas. Y estoy de acuerdo, nací acá, crecí acá, me frustre y festeje siempre sobre este suelo.
No sé que tiene este país ni que tenemos quienes lo habitamos pero no podría explicarlo nunca, el famoso Argentina, no lo entenderías y es que solo quien nació acá o pasó acá mucho tiempo, lo entiende.
Somos los primeros en tirarnos abajo y también los primeros en defendernos, somos aguerridos, pasionales, amigueros, caraduras, nostálgicos, irreverentes, orgullosos, exagerados, familieros.
Somos dados, nos abrimos de par en par: La educación? Pública, La salud? Pública. Así nos gusta.
Vengan todos, vengan de a uno, acá hay lugar, siempre, te damos la mano, agarranos el codo, no pasa nada, con confianza. Tirás un argentino dónde sea y se pone a charlar, arma comunidad, resuelve. Los abanderados de atar todo con alambre, y a mucha honra, aunque a veces nos gustaría poder soldar. La nación dónde nunca te aburrís, aunque a veces quisiéramos parar un poco de vivir eventos canónicos.
Campeones del mundo, pecho inflado de orgullo, nos tocaron los colores más lindos, los del cielo.
No sé que tiene esta tierra les juro, pero emociona, conmueve, el centro del agite, los chistes, el tango, el vino y el rock argentino.
Este país no se parece a nada, será por eso que es inevitable amarlo tanto, sera por eso que aunque las cosas se compliquen, el futuro sea incierto y la estabilidad nunca una opción, no podemos evitar amarlo y tener aguante.
Como supo decir Atahualpa merezcamos la tierra que pisamos y el aire que respiramos.
Como en la canción de Lucas Martí y como reza la estampita-remera de Pilar Dibujito:
Tengo ilusión de morir amando donde estoy.